Radar

Allí se sienta, orgulloso, en su hermosa moto que nunca prestaría a nadie. Está seguro de que solo él puede explorar la selva. Una recreación lúdica con papeles invertidos que apunta a la arrogancia de los conquistadores coloniales.

Historias contadas a lo largo del río: una mujer se reúne con su examante en una planta hidroeléctrica; mientras, un joven viaja corriente abajo hasta un templo, en busca de una cura para su insomnio.

Todo da vueltas en círculos. Cinco personas, una sala de estar. Fuera, en la calle, se incendian los coches y de la cocina no sale ningún olor agradable. Sólo cuando se ha derramado el vino, se ha resuelto el asunto de la materia oscura y ya hace tiempo que nadie espera la comida, sube el volumen de la música. Hay que sufrir por la belleza. Cirugía a boca abierta, el infierno es siempre uno mismo. En la órbita de siempre lo mismo, siempre lo parecido, siempre lo diferente. Humanos, palabras, cosas.

Noah, un joven en busca de su identidad, es invitado por su mejor amigo, Ethan, a participar en las expediciones que organiza con su banda en las profundidades del metro. En este mundo intermedio, Ethan retará a los adolescentes a saltar por encima de los raíles antes de que llegue el tren. Para Noah, arriesgar su vida parece ser la única manera de ser aceptado y, sobre todo, de existir a los ojos de Ethan.